Me acuerdo el shock que me dió un día que me desperté y me ví en el espejo con el pelo mega despeinado, ojeras hasta la barbilla, toda la pijama manchada de leche, y con una faja mal puesta con la mitad de la panza postparto de fuera. En lo primero que pensé fué en mi esposo, dije de verdad pobrecito que tiene que despertarse junto a SHREK todos los días. Ese día le pedí a mi hermana que cuidara a mi bebé y me bañé, me seque el pelo y me arregle bonita (Obvio nada de tacones, no hay tiempo ni ganas para eso) y nos fuimos a comer los 2, comida express porque la tía se apanicó con el primer pañal. Pero para mi esa comida fué muy importante, porque quería demostrarle que todavía era yo, que solamente estaba escondida atrás de esas ojeras.
Claro que la etapa del postparto es muy cansada, hay miles de cambios en nuestro cuerpo, en nuestra vida, no dormimos, estamos aprendiendo cada minuto cosas nuevas. Pero muy pocas veces pensamos que para nuestros esposos también es un cambio impresionante. Con la llegada del bebé también llegan más responsabilidades para ellos, tampoco duermen, también se asustan, y además son 100% desplazados de nuestra lista de prioridades.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que si estoy haciendo todo por tratar de ser una buena mamá, no hay mejor regalo para mi bebé que tener unos papás unidos y enamorados. Así que mi consejo es que busques momentos para tener dates con tu esposo, dense una escapada un fín de semana, haz todo lo que puedas para no descuidar a esa pareja que eran antes de la llegada de tu bebé. Y después, te vas a dar cuenta que ese bebe los va a unir más que nada en el mundo, porque no hay cosa que te vaya a enamorar más que ver a tu esposo siendo Papá.